lunes, diciembre 21

26 Tocando tierra

FECHA GALÁCTICA: 16 de diciembre de 3301

El nombre de la estrella es Cervantes. Y de los cuatro planetas que la orbitan (Dulcinea, Quijote, Sancho y Rocinante) tan solo el más pequeño, Dulcinea, es apto para un aterrizaje. Los otros tres gigantes gaseosos serían una sentencia de muerte para la Astrea, que no podría soportar sin escudo térmico atmosférico una entrada en semejantes titanes.

Dulcinea es el planeta más próximo a la estrella y, a pesar de ser el más pequeño, es enorme, el doble de grande que la vieja Tierra. Carece de atmósfera y los cráteres de impactos meteoríticos salpican la superficie planetaria, que parece bastante plana. Solo en algunos puntos se observan depresiones y pequeños cañones de muy poca profundidad, con sedimentos de color claro en el fondo de los mismos.

- Aquí el comandante Nébula. Estoy a un par de saltos. Cambio.
- Recibido, comandante. Estamos a la espera, orbitando el planeta. Corto.

La Astrea trazando una orbita baja en el planeta Dulcinea, en el sistema Cervantes

La Viper de nuestro viejo amigo el comandante Nébula ha tenido que viajar un largo trecho hasta el sistema Cervantes, y el motor de salto de su navío no es ni la tercera parte de potente que el de la Astrea, que puede realizar saltos de más de treinta años luz. Pero la elección del sistema para probar por primera vez los nuevos vehículos de reconocimiento de superficie no ha sido casual, ni motivado por la cercanía o la presencia de determinada facción o potencia en el sistema. Siendo ambos de ascendencia española, una vieja nación de la Tierra, elegir este sistema para nuestro bautismo en el aterrizaje planetario y el uso de los VRS era una razón de peso, no desprovista de cierta nostalgia.

El nombre inicial del sistema, Mu Arae, a poco menos de cincuenta años luz de la Tierra, fue cambiado hace ahora casi exactamente mil doscientos ochenta y cinco años, a iniciativa precisamente de aquél viejo país llamado España, para homenajear al escritor de fama mundial y los principales personajes de su obra cumbre.

Con un radio de cerca de 12.000 km, Dulcinea tiene una intensa gravedad de 3,17 G.

El sistema Cervantes carece de otro interés más allá de este: una pequeña base espacial, Herreshoff Hangar, con economía de extracción y refinería, un mercado local bastante escaso y servicio de repostaje. Pocas rutas de comercio pasan por allí y no es muy visitado, salvo como sistema de paso a destinos más importantes.

Aproximación a la superficie de Dulcinea

Finalmente el comandante Nébula llega al sistema y ambos nos reunimos en la órbita baja de Dulcinea. Su gravedad es de 3.17 G, por lo que el aterrizaje debe hacerse de manera muy cuidadosa, y tendremos que sacar el máximo rendimiento de los motores de la nave, no solo para evitar daños en el aterrizaje, sino también para despegarnos de su superficie cuando demos por finalizada la expedición.

- Nakamura, trace un rumbo hacia esa zona de pequeños cañones poco profundos. Los sensores de la nave han detectado anomalías en esa zona.
- Tomo los mandos, comandante -contesta la joven por el intercomunicador desde la cubierta de abajo.

Compruebo en un instante como la nave gira y comienza la aproximación final al planeta, de forma suave. Las habilidades de pilotaje de Nakamura son cada vez mejores, y pronto estará lista para una licencia propia de la Federación de Pilotos. Tendría su propia nave... y ya no estaría conmigo en el puente de mando. De repente pensar en ello me hace sentir inquieto, incómodo.

- Comandante, las fuerzas gravitatorias son bastante potentes...
- Recibido. Tomo los mandos a partir de ahora -contesto rutinariamente.

Desde la Astrea posada sobre Dulcinea, observamos el aterrizaje del comandante Nébula en su Viper, levantando nubes de polvo que debido a la alta gravedad, parecen caer de nuevo al suelo a gran velocidad.

Tras las comprobaciones de rutina, dejo la nave en manos de mi primer oficial y me dirijo al hangar de vehículos de la Astrea. Dos vehículos de reconocimiento de superficie se hallan sujetos de los brazos hidráulicos del techo. Estos mismos brazos son los que los depositan en el suelo bajo la nave cuando se abre la compuerta inferior del hangar, una vez ha sido despresurizado para poder abrirse al exterior. Los vehículos tienen seis brazos que terminan en otras tantas ruedas, y están plegados hacia arriba, como las patas de un insecto recogidas para el vuelo. No en vano el modelo de estos VRS civiles ha sido denominado "Scarab": escarabajo. Entrando en uno de ellos, me ciño los cinturones y acciono el control de desembarque. El siseo del aire al desaparecer de la exclusa me prepara para el fuerte sonido que emite la escotilla inferior al abrirse, un sonido que los altavoces del VRS generan artificialmente dentro de la cabina, ya que el vacío del espacio impide que el sonido real se propague hasta nosotros.

El comandante Nébula también se me une sobre la superficie de Dulcinea en su propio VRS. Y mientras Nakamura se lleva de nuevo la nave a la órbita y el Viper de Nébula hace lo propio en piloto automático, nosotros rodamos unos minutos con los vehículos para hacernos con los mandos. Probamos también el control manual de la torreta defensiva, gastando unos cuantos proyectiles en volar algunas rocas, y comprobamos que los cañones gemelos de la torreta no son especialmente potentes. Están bien para enfrentarse a enemigos pequeños como drones de combate, pero no causarán muchos daños a una nave, y las posibles estructuras de la superficie requerirán de muchos impactos para ser destruidas.

Exploramos minuciosamente el territorio circundante, en busca de las señales recibidas desde el aire

Es el momento de poner a prueba el escáner de ondas que equipa el vehículo. Un paquete de sensores que apuntan hacia el frente de manera fija en la estructura delantera del VRS, reciben el eco de microondas del terreno circundante en un ángulo frontal aproximado de 120º. Los barridos devuelven un sonido y dejan una traza gráfica en el panel cuando detectan un material diferente al del terreno, y esto permite distinguir entre los distintos objetos. Enseguida descubrimos que llevará mucho tiempo de práctica aprender a identificar estos sonidos y trazas y asociarlos con los distintos objetos. Pronto descubrimos que los recursos materiales de origen mineral marcan siempre con una o varias líneas en la parte baja de la traza. Y nuestras naves y VRS marcan en la traza unas líneas en la parte alta y media. Entonces encontramos otras trazas en la parte intermedia exclusivamente: deben ser las anomalías detectadas desde la Astrea mientras sobrevolábamos la zona y que la computadora de la nave marcaba como círculos azulados.

Es el comandante Nébula el primero en encontrar el lugar, y me comunica mediante la radio su hallazgo:

- Veo lo que parece una estructura. Está bastante lejos, pero desde aquí parece una torre estrecha y de poca altura y dos o tres pequeñas estructuras.
- Investiguemos -respondo con decisión.

La aproximación es cautelosa. El comandante Nébula, experto en tácticas de combate de superficie, conduce su VRS en una trayectoria indirecta hacia el objetivo, con la idea de que nos aproximemos por dos flancos diferentes y así poder enfrentar a una posible amenaza desde dos ángulos. Pero conforme nos vamos acercando se hace evidente que el lugar está abandonado. Y que no es una torre y un par de pequeñas estructuras accesorias.

La desoladora visión de un naufragio. El recordatorio de que nuestras máquinas son frágiles y están a merced de los elementos.

Al final resulta ser un caos de metales retorcidos y restos de lo que en su día debió ser una nave. Ni siquiera somos capaces de reconocer el modelo original de la misma. Solo quedan restos erosionados por la potente radiación solar. Un par de contenedores y una sección completa de una bodega de carga semienterrada son los únicos elementos de interés que no han sucumbido al deterioro por la radiación. Los contenedores transportan café, pero la bodega que estaba intacta resulta estar vacía. Será mejor que volvamos.

Nuestro paseo sobre la superficie de Dulcinea ha sido interesante, pero encontrar un lugar de muerte y desolación nos ha dejado una sensación de desasosiego. ¿Sobrevivieron sus ocupantes al impacto y fueron rescatadas sus cápsulas de escape?. Nunca lo sabremos, pero de repente nos sentimos extremadamente solos y vulnerables en este planeta completamente deshabitado. Llamamos a nuestras naves, y cuando al cabo de un minuto ya están aterrizando en las proximidades, siento una tremenda sensación de alivio y una extraña prisa por volver a la seguridad de mi nave.

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