lunes, marzo 28

29 La delgada línea de la ilegalidad

FECHA GALÁCTICA: 28 de marzo de 3302

- ¿Cómo hemos podido llegar a esto, Nakamura?
- No te tortures...

La mano de la muchacha se posa en mi hombro y me corta la respiración, acelerando mi pulso como si la alerta de impacto se acabara de activar en la consola de la nave y las luces rojas parpadearan furiosamente. Una sonrisa forzada, un carraspeo y me levanto para acercarme a la barra del bar con la excusa de pedir que me impriman otra hamburguesa.

- ¿Quieres algo Nakamura?
- No, gracias -dice con el rostro sonrojado.

"Y... ¿desde cuándo nos tuteamos?", me da por preguntarme. Es natural, supongo, cuando llevamos tanto tiempo juntos encerrados en una nave sin nadie más con quien hablar. Solo es eso. Mientras tanto, la camarera, una mujer entrada ya en los setenta que gracias a la ingravidez de la base espacial de Robigo Mines se mueve con agilidad, programa la "chef" para imprimir la hamburguesa.

De vuelta en la mesa, donde los soportes magnéticos sujetan los recipientes homologados para la ingravidez, cruzamos una mirada. Esta vez es vergüenza lo que leemos mutuamente en los ojos del otro. Vergüenza por la carga que nos hemos comprometido a transportar.

La nebulosa de las Pléyades.

Todo empezó hace unas semanas. Pero no aquí en Robigo, sino en Obsidian Orbital, Maia.

Fue tras finalizar la misión comunitaria de las meta-aleaciones solicitada por el profesor Palin. Permanecimos en las Pléyades unas semanas de vacaciones, alejados de la burbuja habitada, gastando algunos créditos de los muchos millones conseguidos durante el último trabajo. Precisamente fue una indiscreta conversación sobre dinero la que nos metió en todo esto.

- Perdonen si les molesto, pero no he podido evitar oírles... -dijo el hombre a modo de presentación.

Su aspecto era patibulario. Aparentaba unos 80 años, barba de varios días, y el ojo derecho había sido sustituido por un implante biónico sobre una cicatriz espantosa. Había perdido el pelo de la parte superior de la cabeza y el resto le colgaba encanecido en jirones. Allí en Obsidian Orbital no era problema por la gravedad artificial, pero dado que la ingravidez no casa bien con el pelo largo, me estaba imaginando la ridícula pinta que tendría en esa situación con esos pelos, cuando continuó hablando.

- Me llaman "Pescador", y como decía, no he podido evitar oír que están haciendo números para comprar una Anaconda.
- Sí, bueno, de hecho tenemos el dinero para comprarla y vamos a hacerlo pronto -le respondí con tono de autosuficiencia.
- Pero nunca vienen mal unos créditos extra como colchón... por si los imprevistos -respondió el hombre con una sonrisa siniestra.

Nakamura me echó una mirada significativa y decidí dejarle que continuara hablando.

- Tengo amigos en Ant Hill Mob... es una facción que requiere servicios "especiales" aquí en Obsidian Orbital. Dichos servicios se suelen pagar muy bien.
- ¿Y en qué consisten exactamente esos "servicios especiales"? -repliqué.
- Digamos que mis amigos se interesan en los comandantes que viajan a la burbuja, para que lleven para ellos mercancías a sitios concretos de forma rápida y sin interferencia de las autoridades. Mercancías del tipo de las que se entregan en la sombra, con discreción.

El gesto de su única ceja arqueándose lo indicaba claramente: contrabando. Nakamura intervino rápidamente, oliendo créditos frescos:

- Bien, ¿de cuánto dinero estamos hablando, qué material habría que transportar y dónde?, ¿habrá alguien tratando de impedir que realicemos el viaje?
- ¡Ja, ja, ja! -rió el individuo con la confianza de saber que había captado nuestra atención- Para gente de vuestra reputación hablamos de entre un millón y medio y cuatro millones por entrega, dependiendo del sitio y la cantidad de mercancía. Y con el espacio de carga que vuestra Python puede llevar podréis realizar muchas entregas de un solo viaje...
- No has hablado de la carga... ni de los peligros a los que nos enfrentaremos -añado sin inmutarme por las elevadísimas cifras mencionadas.
- Ningún material peligroso ni que esté vivo, comandante. Algunos narcóticos, ciertos paquetes de documentos comprometedores... pero no quieren que nadie meta las narices. Un solo escaneo de la bodega de carga de vuestra nave y se acabó: no habría pago alguno. Cargarías con la multa tú solo.

Misiones de "entregas en la sombra", contrabando de larga distancia: desde Maia hasta la burbuja habitada

Tras debatirlo con Nakamura, una hora más tarde salíamos de Maia en la Medusa hacia la burbuja habitada con más de una decena de "entregas en la sombra" por completar. La posibilidad de una elevada multa era compensada con creces con una recompensa de más de 25 millones de créditos al final del viaje. Es cierto que durante el trayecto no solo nos persiguieron naves de la autoridad, sino que algunos piratas al parecer tenían noticias de nuestro viaje y trataron de interceptarnos y robarnos la carga.

La Medusa sana y salva en Aymifa tras la última entrega de contrabando.

Pero ninguno de ellos logró alcanzarnnos. Y tras probar el primer viaje, volvimos a Maia a por más con el reclamo de unos créditos fáciles, pero esta vez con la Astrea, configurada para ser una nave rápida capaz de escapar de sus perseguidores y armada ligeramente para poder deshacerse de enemigos de pequeña entidad. Y entonces de nuevo el "Pescador" apareció con otra oferta.

- ¿Sabe una cosa teniente Escorpión? -comenzaba a decir el sujeto.
- Capitán de navío, si no le importa -puntualicé.
- Bien, pues capitán de navío Escorpión entonces. El caso es que tengo otros amigos en Robigo a los que les vendrían bien sus eficientes servicios de transporte de material delicado. Y con esta nueva nave que ha traído, mucho más adecuada a estos trabajos tan peculiares, podría hacer estos recorridos en menos tiempo y sacar allí mucho más beneficio que aquí.
- Nos interesa -respondió Nakamura sin dejarme intervenir.
- ¿Se trata de condiciones similares? -pregunté yo, no obstante.
- Claro, claro, no es diferente de lo que está haciendo aquí. Misma mecánica, pero en una base espacial: Robigo Mines. Un lugar más pequeño y discreto... también muy apartado de la burbuja. El lugar idóneo para estos menesteres.
- Está bien, le echaremos un vistazo.
- Oh, claro... pero mis amigos necesitan una respuesta rápida: el material les puede... "caducar". Así que habría que comprometerse con esto y viajar a Robigo de inmediato.

Nakamura y yo nos miramos y no nos hizo falta hablar para saber que estábamos de acuerdo.

- Está bien, trato hecho. Dile a tus amigos que pueden contar con nosotros. Pero cuando terminemos estas entregas. Tras este viaje a la burbuja iremos a Robigo.
- Excelente, excelente. No se arrepentirá, teniente...
- Es cap... déjelo. Hasta pronto.
- Buen viaje -dijo a modo de despedida acompañando sus palabras con una sonrisa de hiena.

Poco podíamos imaginar mientras viajábamos a la burbuja habitada, evitando intercepciones y enfrentándonos a piratas que trataban de robarnos, que había letra pequeña en el trato que acabábamos de aceptar.

Las intercepciones se suceden una tras otra durante los largos trayectos a la burbuja habitada, aunque con la Astrea se hacen más cortos.
Y aquí estamos, en la base espacial Robigo Mines, con una bodega llena de esclavos, pues es esa la mercancía que los nuevos "amigos" de Robigo se dedican a exportar a la burbuja habitada. Y sí, es cierto que estas misiones rondan los 5 millones de créditos cada una para nuestro rango de comercio, que ha subido a Magnate tras las misiones en Maia. Pero este es un dinero más sucio de la cuenta para mi gusto.

En las entrañas de la Astrea, configurada para realizar contrabando, una carga siniestra espera un incierto destino.
- Ya tengo la Cobra lista -dice el comandante con simpático acento con el que hemos estado charlando antes de aterrizar en la base.
- ¡Ah, hola Mau! -le saludo en persona estrechándole la mano.
- Esta también es mi primera visita a Robigo. He oído hablar en los bajos fondos de que aquí se podía hacer un buen dinero con el contrabando y me he configurado una Cobra para comprobarlo...
- Pues ya somos dos... pero yo lo probaré con la Asp Explorer. Precisamente comentaba con mi primer oficial Nakamura, aquí presente -la joven hizo una inclinación de cabeza y Mau le correspondió.-, los problemas morales que me plantea, una vez he sabido que el comercio es con esclavos.
- Ya...

Mau no hace comentarios de corte moral sobre el asunto. Es un tipo simpático, de ascendencia española como yo, e intercambiamos anécdotas un rato hasta que nuestra nave está lista y Nakamura y yo tenemos que marcharnos.

- Hasta pronto, comandante. Y buen vuelo -se despide Mau.
- Lo mismo digo, pero dudo de que nos volvamos a ver por aquí... creo que abandono el contrabando de semejantes mercancías y volveré a cazar recompensas y a explorar.
- Suerte con eso entonces -dice con una sonrisa. Yo también me marcho ya.
- Pues te echo una carrera -digo ya elevando la voz desde la puerta.

Una vez llegados a la burbuja habitada, es el momento de hacer la ruta de entrega de las mercancías. La parte más peligrosa.
Con los pobres diablos que llevábamos en la bodega entregados en sus respectivos destinos, y habiendo llegado a la burbuja antes que el comandante Mau por apenas unos minutos, comprobamos las cuentas tras nuestra aventura como contrabandistas y constatamos que en efecto ahora podríamos incluso comprar una Corbeta federal, si no fuera porque aún no tengo la graduación exigida para hacerlo. Bueno, de todas maneras, no se puede hacer todo a la vez.

- Nakamura, vamos a tener que contratar más tripulación.
- ¿Comandante?
- Nuestra nueva nave se tripulará mejor con algunos pares de manos adicionales...

La Atenea, una Faulcon deLacy Anaconda que vamos a equipar como nuestra nueva nave de exploración.