domingo, diciembre 11

38 El duro suelo

FECHA GALÁCTICA: 11 de diciembre de 3302

La Vulture enemiga maniobra hacia nuestra popa con rapidez y agilidad, y mientras, la Ares trata de seguirla con los sistemas de punteria de las armas guiadas sin mucho éxito.

- ¡Comandante, necesito un ángulo de tiro! -masculla Nakamura intentando que los enormes láseres de rayo apunten a la nave enemiga.
- ¡Hago lo que puedo! ¡Esta nave parece un ladrillo con esta gravedad!

Cuando accedimos a aquella polémica misión de atacar esta base planetaria, no pensaba que el principal problema fuera un enemigo invisible que nos atrae y nos amenaza con estrellarnos contra las duras rocas de la superficie. Hace una semana aceptamos una misión de destrucción de deslizadores centinela y creía que este asalto no sería mucho más difícil. Me equivocaba.

La misión de eliminar drones de la semana pasada fue mucho más sencilla
La base que tenemos que asaltar hoy tiene drones, defensas terrestres, defensas antiaéreas y una nave de autodefensa, una Vulture pilotada por un piloto de categoría Letal.

El vozarrón de Björnsson hace retumbar los ventanales del puente de la corbeta:

- ¡Señor, escudos al 60 %! ¡Hay que alejarse de las baterías antiaéreas de la base!
- ¡Estoy en ello, estoy en ello!
- ¿Activo una célula de recarga? -añade la mole humana.
- Negativo, todavía aguantamos y estamos al límite de temperatura.

En la base, los drones de defensa aguardan a que la batalla aérea finalice
Aplicando postquemador nos alejamos de los antiaéreos de la base y hago girar la nave para encarar la Vulture. Nakamura le coloca una andanada completa de los cuatro láseres de rayo, los dos enormes y los dos medianos, que hacen caer los escudos de la pequeña nave antes de que nos sobrepase y vuelva a colocarse fuera de ángulo.

- Cambio a proyectiles. Deme un nuevo ángulo de tiro y acabo con ella en la siguiente andanada...

La voz de Nakamura vuelve a sonar neutra, concentrada. Agresiva.

- Un segundo, un segundo... perdemos altura... ¡Salazar, potencia a motores!
- Pasando máxima energía al condensador de motores, comandante -contesta la sargento.

Tarde. Estabamos demasiado cerca del suelo y el giro con la postquemación nos ha hecho perder altura y dirigirnos a un promontorio cercano. Vamos a colisionar.

- ¡Preparados para impacto!

Con el tremendo golpe, los escudos caen con el característico zumbido de intensidad decreciente y eso nos deja vulnerables a los disparos de la Vulture, que ya comienza a grabar con fuego el blindaje de nuestra nave, aprovechando bien su oportunidad. Sé que gracias a nuestro blindaje aguantaremos frente a ella, solo tengo que volver a girarme mientras ganamos altura.

- Agarraos, aplico postquemación otra vez. Girando... ¡atrás toda!

La palanca de gases de la nave sufre constantes tirones y empujones en esta lucha contra la Vulture y la gravedad

La nave gana altura y la hago girar para encarar al pequeño enemigo que nos acosa. Luego invierto motores y comienzo a desplazar la nave hacia atrás. Nakamura abre fuego con los cañones multitubo medianos y con el cañón grande. Incluso añade a intervalos los láseres de rayo, poniendo un ojo en la temperatura. Los impactos salpican el casco de la nave enemiga y la computadora de la nave hace bajar la estimación de su blindaje rápidamente. Además, los proyectiles del anclaje grande del cañón penetran en el interior de la nave enemiga en cada impacto, dañando los vitales sistemas internos.

El duelo frente a frente se prolonga por unos segundos, con nuestra corbeta desplazándose hacia atrás y la Vulture aproximándose a toda máquina para tratar de rebasarnos y apartarse de nuestro mortal cono de fuego. Pero la Vulture se deshace por momentos: no puede aguantar un fuego de esa magnitud. La nave enemiga explota y los pedazos trazan un arco ascendente y luego caen rápidamente a tierra.

Sin embargo, el intercambio no ha salido gratis. Los impacos de la Vulture, recibidos de frente, no solo han dañado un poco el casco de la Ares, sino que han dejado completamente agrietado el ventanal del puente.

La voz femenina de la computadora me sobresalta:

¡UNDER ATTACK!

- ¿Que demonios...? ¡Maldita sea, nos hemos metido de nuevo en el espacio aéreo de la base!

No podemos iniciar el asalto a la base planetaria con los escudos desactivados, hay que recargarlos primero. Tengo que revertir de nuevo la potencia, girar y aplicar postquemación para alejarme... ¡y ganar altura!

- ¡Por Randomius, nos vamos a chocar con esa torre!

Recibimos el impacto contra la torre por babor, mientras las baterías de tierra siguen disparando contra nosotros sin descanso. La nave se detiene y los ventanales estallan. El aire del puente escapa llevándose consigo los pedazos del cristal blindado. Salazar aplica potencia máxima a motores sin que tenga que darle la orden y la nave gana velocidad cuando empujo brúscamente la palanca y aplico de nuevo el postquemador, alejándose rápidamente. Pero para nosotros los segundos parecen minutos. Para cuando logramos alejarnos lo suficiente del alcance de las potentes baterías, el casco ha caído a un peligroso 15%...

- Nakamura, rumbo a la base. Tenemos el tiempo justo para llegar con el oxígeno que tenemos...
- Muy justo, comandante. Muy justo.

Por los pelos... otra vez

En efecto, ha ido muy justo. La factura de reparación de la corbeta es millonaria y además hemos fracasado en nuestra misión. Y por si fuera poco tenemos una pequeña recompensa sobre nuestras cabezas por el ataque a la base planetaria. Decididamente estas misiones no nos salen rentables.

En la tranquilidad de uno de los tugurios de Flade Enterprise, charlo con la tripulación sobre nuestros nuevos movimientos.

- Chicos, creo que es el momento de equipar a nuestras naves grandes con los nuevos hangares de cazas para uso civil. La Ares se beneficiaría de un hangar doble y la Atenea de uno simple.
- ¿Para qué un hangar doble, si la regulación de la Federación de Pilotos no nos permite lanzar más de uno? -interviene Nakamura.

Salazar carraspea y le contesta:

- Si uno resulta destruido, podremos lanzar el otro de inmediato sin esperar a que el ensamblador monte las piezas del nuevo caza.

Nakamura masculla algo en su japones nativo, algo malsonante sobre el sistema de telepresencia, el ensamblador de cazas y las limitaciones a desplegar un solo caza por nave. Me gusta la forma en la que arruga el entrecejo cuando se enfada.

- Nakamura, vamos a necesitar un piloto de caza para la tripulación... ¿se encarga de hacer una preselección? Nada demasiado caro, ya adquirirá experiencia con nosotros.
- Ya... el único requisito es que esté suficientemente loco como para embarcarse en nuestra nave sin cápsula de escape para él, ¿no?.
- Sí... es algo inquietante, ¿no te parece? Pero para eso cobran un buen porcentaje de los beneficios... -replico ante la mirada desaprobadora de todos.

Y para cambiar de conversación, añado algo más:

- ¿Y qué os parece si nos acercamos a los ingenieros para mejorar aún más el rendimiento de las naves? Seguro que Salazar tiene algunas ideas para cada una de ellas...

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